NARRATIVA CARIBE


Somos unas de las seis regiones que componen a Colombia, este país esta divido en región: Caribe, Insular, Pacífica, Andina, Amazónica y los Llanos orientales. 

Yo crecí en el Caribe colombiano y este lado del mundo es ruidoso, colorido y mágico tal cual lo describió García Marquez tantas veces y también Rómulo Bustos Aguirre y Raul Gomez Jattin en sus obras poéticas llenas de la cotidianidad del Gran Caribe:
“Palenquera…
Abre su boca ancha 
Y su pregón llena la calle
Los niños miran los pies descalzos
sobre la tierra
Buscando las raíces de este árbol 
En cuyas copa maduran todos los frutos…”
Rómulo Bustos Aguirre, En: Poesía escogida. Leer el Caribe, pag 50
Cada vez que me devuelvo a este poema vienen a mi memoria  los recuerdos de Lola y sus bolas de tamarindo en la primera de Badillo, de Flor y sus voz retumbante en el garaje de la casa avisando que tenía platanitos tigrillos a la venta y el pregón que avisaba a las 4.00 p.m en punto el paseo habitual del  enyucao y el caballito por las calles del barrio sobre la cabeza de una mujer palanquera. 
La manera de entender lo que como artista apreciaba pasó por adentrarme en mi propia concepción de la belleza y lo cotidiano influencia en gran parte lo que considero bello e interesante.

La manera de contar a la gente sobre esa belleza que habita en cada esquina y nos construye socialmente es el audiovisual y la experiencia creativa culinaria. Mi visión sobre el Caribe se nutre de la propuesta estética desarrollada por artistas de la región en diferentes épocas y  me permite asumir el riesgo con el sabor, las texturas y técnicas como el documental para seguir explorando territorio, actividad importante cuando eres Chef y mas cuando se es rebelde…el alimento es una fuente extraordinaria de creación y composición pero también de mucha reflexion porque el Caribe que yo habito es profundamente desigual.

La cocina ancestral del Caribe Colombiano esta atravesada por: colores, historia, música,  incluso por dinámicas económicas propias de cada espacio pero repetitivas en su forma y además en las cocinas habitan las creencias de las comunidades que están o han estado en el territorio. Nuestra cocina se compone de un pasado triétnico y un presente multiétnico. 

Sin duda apoyo esta visión en lo escrito por  Alberto Abello en 
El Archipiélago Caribe:
La búsqueda de una definición y de una delimitación del Caribe se ha convertido en una obligación para quienes intentan explicarlo.¹ El Caribe no existe como una representación única que pueda ser compartida por quienes abordan su conocimiento. Sobre esta sección del planeta existen múltiples visiones, tanto desde adentro de ella como desde afuera.
Como concepto, el Caribe se ha ido construyendo históricamente a través de diversos elementos que le imprimen carácter, pero sin fijar una clara delimitación. Hay quienes, por ejemplo, lo consideran un suplemento de América Latina, ignorando la existencia de culturas no latinas”
El Caribe entonces se robustece gracias a la extensión de sus fronteras culturales y la integración de un espacio común, quizás sea tiempo de permitirnos sentir que es ser caribeños más allá de lo costeño preconcebido y cosificado.
La hipótesis a la que apunta este artículo es la siguiente: El Caribe construye una narrativa propia desde principios del siglo XVIII y todo lo referente al  patrimonio debe estar dentro de lo posiblemente narrado.
Patrimonio son las fortificaciones pero también lo son los pasteles de Sonia Mena, patrimonio es una casa colonial  pero también lo son las cumbias a la Virgen de la candelaria, lo patrimonial nos encuentra en categorías culturales comunes: gastronomía, música, arquitectura  y cine por ejemplo. 

Si hablamos de territorio caribe por supuesto que se nos viene a la cabeza la Champeta y para darle un buen ejemplo de  los que expongo  recuerde que un picó es el vivo  ejemplo de esto que le cuento por lo siguiente: Los bailes de champeta tiene su propia propuesta gastronómica y una buena arepa e’ huevo o butifarra nunca falta, responden a una dinámica social que ha trascendido generaciones, tiene su propia estética y son considerados tradición… en conclusión Patrimonio! Pero patrimonio que construyen narrativa en distintas épocas, y eso es válido porque ha tenido dolientes para investigar a conciencia sobre el ritmo y las manifestaciones culturales sujetas a este. Sin embargo, entiendo que a pesar de tener ejemplos también en las artes como: El extraño caso del vampiro vegetariano, Radioman, Hotel Royal, Un extraño cadaver color malva del maestro Llerena, a Bibiana Velez pintando o la danza de las Cobras bailando en el carnaval, nos hace falta saber que existe una narrativa Caribe también en lo culinario y gastronómico. La narrativa popular de la cocina del caribe no pasa por estrellas michelin o likes de un instagram. 

Matronas, festivales y sitios tradicionales son importantes al igual que el inventario  oficial de recetas tradicionales porque aun no están consignadas de manera completa ni siquiera en los libros ya impresos en ediciones eternas o en los proyectos que algunas alcaldías financian para luego quedar en manuales impresos llenos de polvo en oficinas que rinden culto a la burocracia. 
A  la historia de la gastronomía costeña se le olvidan: las chepacorinas y los kekes, las paletas de aguacate, los diabolines y los pasteles de Juana Piña en Corozal, el festival de la ciruela de Campeche, las empanadas de caracol de Barú, las marialuisas de San Jacinto, la cariseca, los pícaros y suspiros, las matronas de Bazurto, Cartagena y la memoria culinaria de todos los pueblos y festividades desde el cabo de la vela hasta la ultima vereda de Montería, el imaginario nacional incluso es que el plato típico costeño es la bandeja de pago rojo, patacones y arroz con coco…nada más lejos de la realidad. En un país donde la memoria esta en riesgo es necesario consignar los saberes ancestrales en publicaciones pero también educar al pueblo para desarrollar amor por lo cultural, educar desde la niñez en valores culturales para no permitirnos el olvido y para que las nuevas generaciones al menos tengan la oportunidad de saber que alguna vez en la historia existieron mujeres que rallaban el coco a la orillas del río Magdalena para preparar dulce de leche y cocadas durante la semana santa porque al paso que vamos van a empezar a creer que el Arequipe solo sale de un tarro plástico.

Nos pillamos  la próxima Rebels, tenemos nuevos colaboradores!


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