He tenido la suerte de viajar por las carreteras colombianas y conocer mi país viendo de cerca territorios ancestrales, territorios en guerra y territorios resilientes.
Las carreteras del valle de Cauca son fascinantes, tengo el recuerdo vivo de Corinto en medio de la guerra y los cultivos ilícitos, de Minca y los rezagos del paramilitarismo, los paisajes del viejo Risaralda, el cañón del Chicamocha. Siguen en mi mente las carreteras de Boyacá y la imponente serranía del Perijá.
Colombia es preciosa y rica, los que habitamos este país lo sabemos y también sabemos cuánto se lo han robado y cuanto nos han negado la posibilidad de conocerlo.
Una de mis travesías se situó por razones laborales en el Sur de Bolīvar, en ese entonces, recorría el departamento invitando a los campesinos a recibir educación superior; no saben lo difícil que era repartir ese argumento teniendo a los grupos armados con el ojo puesto sobre cualquier proyecto que significara el fin de su tiranía…pero a mi me gustan los retos y me metí de cabeza. Uno de los mayores logros obtenidos en esta experiencia fue conocer a los transportadores o camioneros que por X o Y razón terminaban en mi camino y claramente resultaban siendo entrevistados por mí, aunque ni ellos se daban cuenta. Los escritores somos curiosos y preguntones, yo no soy la excepción a la regla.
Me contaron todo! y además con cifras.
Por aquel entonces Gobernaba en Magangue, La Gata, y su imperio de muerte y corrupción se extendía por todo el departamento, entonces, entendiendo las dinámicas sombrías que me rodeaban hice un par de preguntas y los transportadores empezaron por contarme como era entrar a recoger carga en zonas tan conflictivas (les recuerdo que el 83% del territorio nacional fue atravesado por la guerra… y seguimos casi en las mismas https://www.centrodememoriahistorica.gov.co/micrositios/informeGeneral/estadisticas.html) la historia se las resumo así:
El “camionero” salía de su natal Ocaña (norte de Santander), la MULA (tractomula) era propia, la había comprado con un préstamo que estaba pagando, su familia dependía de ese camión de carga pesada y de los viajes que lograba realizar por todo el país, eso sí, evadiendo retenes ilegales y pagando no solo peajes sino el derecho a pasar por los pueblos (esto todavía sucede, las BACRIM no dan tregua) a todas estas aún no habíamos sacado la cuenta de lo que gastaba en diesel para mover semejante maquina y cruzar el país de un extremo al otro. “Jose”, como llamaremos a mi ejemplo, llegaba al Magdalena medio y finca por finca, día tras día con sus madrugadas iba llenando el camión de la carga que el mismo compraba y luego podía revender en los mercados de Cartagena, Barranquilla y Sincelejo. En las fincas pagaba a los jornaleros que le ayudaban a cargar y reservaba dinero para su comida y alojamiento, aveces dormía en el mismo carro por seguridad del vehículo…todo era costeado por él y además pagaba puntal su cuota en la cooperativa de camioneros a la que pertenecía y enviaba dinero a su familia, yo lo miraba y me decía internamente: este señor es admirable! Gracias a él yo puedo tener productos en mi mesa y en el mercado.
[Para solo tener un dato presente: entre Villavicencio y Bogota los peajes oscilas en los 46.800 pesos solo un trayecto]
La historia que les acabo de contar y los argumentos siguientes son para pronunciarme sobre el pésimo acuerdo gestado desde la Alcaldía de Cartagena que no cobija a transportadores. La determinación del gobierno local no es mas que un paño de agua tibia como tantas de las medidas adoptadas en esta administración y deja claro que los beneficios siguen siendo para los gremios y apellidos que nos han tenido oprimidos durante generaciones.
Nadie debe pagar un peso en esos peajes, el cobro de esa tarifa sigue haciendo mella en nuestra canasta familiar y calidad de vida. El puerto de Cartagena debería estar destinando recursos para la sostenibilidad de ese corredor de carga.
Los transportadores están en su derecho de protesta pacífica en tanto no se tomen medidas lógicas y coherentes. Seguro no es de un día para otro el desmonte de los peajes pero las medidas tomadas para mitigar el abuso de la concesión vial no están resultando.
Me atrevo a decir que los costos asumidos por los transportadores son una de las aristas que determina a que tipo de dieta tenemos acceso, que variedad de alimentos llega a nuestra región y en consecuencia esta directamente relacionado con nuestro desarrollo comunitario. Nada es por azar en las construcciones sociales, las efectos no viven en islas solitarias, todo lo contrario si logramos establecer una visión un poco mas honesta nos damos cuenta que los daños colaterales se convierten en brechas profundas y difíciles de sanar. Estamos a tiempo para limpiar embarradas!
(este blog publica textos de una cocinera viajera, consejera distrital de arte dramático y miembro de M.A.RCaribe)
Es una vida dura para ellos y sus familias. Recuerdo un compañero de universidad cuyo padre era camionero y se encontraba varado, esperando un préstamo para la reparación del motor. En esos días nos encontramos en su casa desde muy temprano para preparar un trabajo de microeconomía. En medio de tanta teoría nos dieron las tres de la tarde con apenas un manchatripa (y en esa época no se hablaba de economía naranja) Me dijo sonrojado que pasara a la mesa a almorzar con ellos, con el ojo aguado, que perdonara lo poquito, pero que era con cariño. El almuerzo era un caldo de yuca con color y sal. Nunca en mi vida me había sentido tan triste por alguien más. Es una vida muy dura en definitiva. Humanizar esta situación de los camioneros es un gran acierto, Diana. Muchas gracias.
ReplyDeletegracias por leer compañeros!
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